Despiertas con los ojos cerrados, porque si los abres, sabrás que ya
no estás soñando. Haces a tu mirada perezosa y la obligas a moverse con
lentitud. Te pesa el cuerpo, mucho que te pesa. Tienes los pagarés enredados en
la espina dorsal. No deseas levantarte, porque si lo haces tendras que
sostenerte ese cuerpo que tan pesado. Cuesta abrir la boca para quejarse. Tu
hijo te llama a la mesa, y apenas la oyes <<No tengo hambre>>
piensas pero jamás sale de atras de tus dientes. Te truenas los nudillos de los
dedos, pero sólo clickea uno. Estás tenso. Irradiando mala vibra, te levantas
de jalón a ver si el molesto amigo se queda en la cama. El techo está muy
abajo, creciste metros durante la noche. <<Ni creas que me voy a
bañar>> te repites mentalmente como diciendoselo a tu mamá. <<NI
CREAS>>. El pantalón nuevo está tirado en el piso, qué horror agacharse.
El bermuda de hace tres días, espera ahí trsite, arrugado y con los bolsillos
volteados. No te sube, comienzas a irritarte. Te abrochas el botón y te miras
en el espejo. Ese bermuda qué mal te sienta.
Haces la cama. Alzar, dejar caer. Alzar, dejar caer. En el último
"dejar caer" te viene un dolor en la cabeza. Te dejas caer sobre la
cama, cual sábana. La pared a tu izquierda empieza a quejarse, la del otro lado
parece estar llorando. La sobrante cambia de forma. El que llamabas techo es
cambiado por un escenario negro. Abres los ojos más, no sea que estés
alucinando. La puerta se abre, hay más pared detrás. Pero es toda una fatiga
fruncir el ceño. Qué horror, malditas paredes. Maldito yo.
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