domingo, 9 de junio de 2013

Así queremos...

¿Por qué será que te quiero? Es que te quiero, como a nadie más te quiero, con nadie más quiero, pero quiero con los que me hacen querer lo que contigo nunca he querido, quiero lo que siempre quise, y lo que siempre quise ya no lo quiero. Porque quiero esto que solo tú me haces querer, porque lo que quiero contigo es lo que nunca he querido con otros, y lo que con otros quiero contigo también lo quiero pero queriéndolo querer más. 



Hidaly Flores. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

Tu sabes, yo sé. Y nadie lo hace en realidad.


Despiertas con los ojos cerrados, porque si los abres, sabrás que ya no estás soñando. Haces a tu mirada perezosa y la obligas a moverse con lentitud. Te pesa el cuerpo, mucho que te pesa. Tienes los pagarés enredados en la espina dorsal. No deseas levantarte, porque si lo haces tendras que sostenerte ese cuerpo que tan pesado. Cuesta abrir la boca para quejarse. Tu hijo te llama a la mesa, y apenas la oyes <<No tengo hambre>> piensas pero jamás sale de atras de tus dientes. Te truenas los nudillos de los dedos, pero sólo clickea uno. Estás tenso. Irradiando mala vibra, te levantas de jalón a ver si el molesto amigo se queda en la cama. El techo está muy abajo, creciste metros durante la noche. <<Ni creas que me voy a bañar>> te repites mentalmente como diciendoselo a tu mamá. <<NI CREAS>>. El pantalón nuevo está tirado en el piso, qué horror agacharse. El bermuda de hace tres días, espera ahí trsite, arrugado y con los bolsillos volteados. No te sube, comienzas a irritarte. Te abrochas el botón y te miras en el espejo. Ese bermuda qué mal te sienta.
Haces la cama. Alzar, dejar caer. Alzar, dejar caer. En el último "dejar caer" te viene un dolor en la cabeza. Te dejas caer sobre la cama, cual sábana. La pared a tu izquierda empieza a quejarse, la del otro lado parece estar llorando. La sobrante cambia de forma. El que llamabas techo es cambiado por un escenario negro. Abres los ojos más, no sea que estés alucinando. La puerta se abre, hay más pared detrás. Pero es toda una fatiga fruncir el ceño. Qué horror, malditas paredes. Maldito yo.

Cliché



No one really understands what someone like me feels, because I’m unique. No one sees me while I’m creating music because I camouflage among those notes of despair. Sometimes I’m so invisible that I can’t even see myself trough that mirror. Sometimes the world seems to be so little, that music appears to be everything.  Sometimes music is life, sometimes life is music. Sometimes my head is so full of notes, that I forget everything else out there. Sleeping, I think about music. Dreaming, I dream about music.
Have you ever felt like me? Let me know, there’s so many things just people like you and me understand. Scream if you think it’ll help. Kiss if you think it’s better than hating. But never, never stop what you love doing.


domingo, 21 de agosto de 2011

UN RELOJ

Entró a la tienda de relojes, amplia y descuidada. Atendía el señor Duncan, que ya era bastante viejo y a veces alucinaba.
-Buenas tardes, Duncan. Hace unos meses me vendió este reloj. ¿Me recuerda?
La miró extrañado, analizando cada centímetro de su afilado rostro. Tez blanca, ojos miel, y cabello castaño. Boca roja y dientes blancos. Se perdió unos segundos en su mar de pensamientos, como si estuviese recordando a alguien muy querido. Era un viejo misterioso...
-Cómo olvidar esos ojos, Allison... Esos tres lunares bajo el ojo derecho la hacen irreconocible. Su madre era una mujer muy criticada por el pueblo - siguió hablando sobre Karen, mientras Allison apretaba los puños, odiaba que hablaran sobre su madre. Duncan pareció darse cuenta y terminó con la incómoda conversación -, pero veo que no soy nadie para hablar sobre ella, ¿o sí?  Permítame verlo, señorita...- dijo y estiró la mano para tomar el aparatico -  Mmm, sí... Ohh, ya veo... ¿Cada cuanto lo limpia, Allie?
-Cada tercer día, como usted me lo recomendó. Sin tocar el segundero, por supuesto.
 El señor Duncan no era un viejo cualquiera, se decía que vendía corazones en forma de reloj.
Allison, tan hermosa y perfecta siempre, tan firme y dura. Era de hierro, era de cristal, era perfecta. Tan perfecta que molestaba.
Le gustaba comprar relojes, los colgaba en sus paredes y sonreía al verlos. Bailaba conforme se movían las manecillas, pero nunca los conservaba. Allison tenía un reloj oculto, el que le compró a Duncan. Usaba el minutero, usaba el horario pero sabía que el segundero nunca debía tocarlo. El segundero es la base de todo, si el segundero se descompone, se descompone el reloj.
-¡Demuéstrame que me quieres, demuéstramelo! – decía el – y ella se  cortaba en las piernas su nombre. – ¡¡Dime que me quieres , dímelo!! – ordenaba Arturo y ella se rompía la garganta gritándole poemas de amor.
Se compró un reloj, ese reloj que se veía tan bello dentro de la vitrina transparente e impecable. Lo compró, y lo colgó en su recámara.
Gozó con sus “Tic-Tock”, se enamoró de sus “Koo-Koo”, soñaba con  sus ojos, y dormía con su reloj.  
“Sí, me enamoré. No creo en Dios, ni en los Reyes Mayos. Creo en los unicornios, y creo en el amor.”
-Bésame, mi amor- dijo Arturo suavemente al oído de Allison – sabes que me encanta besarte. – Y sus labios se fundieron en un beso apasionado, su lengua recorriendo su boca, sus labios deslizándose por su cuello.
-No quiero enamorarme- susurraba ella- eres hermoso, y no puedo evitar enamorarme de ti.
Su reloj está bajo llave, nadie podía siquiera verlo. Pero a ella le gustaba juguetear los otros relojes, adelantaba sus minuteros, y atrasaba sus horarios. A veces, hasta rompía sus segunderos.
Pero nunca debía tocarse el suyo, se decía que era de acero. Jamás podría romperse.
-Arturo, creo que debemos dejar de vernos. – escupió mientras ladeaba la cabeza.
-¿Estás loca? ¿Por qué me dices esto? – la abrazó y quiso besarla.
-Creo, que estoy enamorada. – y escurrió una lágrima por su mejilla.
-Mi amor, yo también estoy enamorado de ti. – la besó.- ¿Cuál es el problema?
-No me estás entendiendo, conocí a otro, y me siento enamorada de él…
-Te amo Allison, no necesito respuesta, te amo – confesó con la voz quebrada y la besó una vez más.- Tus besos son iguales siempre, con la misma intensidad, con el mismo fuego.
Se dejó conocer, se dejó enamorar. Mostró su reloj y tocó el segundero.
El segundero es frágil, no puede sentir emociones exageradas, ni tristezas profundas, ni enamoramientos. Menos enamoramientos. Pero quiso repararlo, cuando veía sus ojos, los segundos caminaban lentamente, cansados y esperando que el momento fuese eterno. Cuando besaba su cuello, corrían y bailoteaban alrededor del cuarto rojo. Se alejaron, y se debilitó la aguja. Se fue rompiendo al ver que se había enamorado, demasiado profundo esta vez. Se le rompió el amor de tanto usarlo, se le rompió el corazón de ser tan enamoradiza. Intentó usar cinta adhesiva para que no se moviera, pero los celos quemaban la tela y debilitaban la manecilla. Intentó cocerla con otros hilos de algodón que encontró en otros labios, pero se rompían al ver su sonrisa perfecta.
“Te va a costar trabajo enamorarme. Te va a costar trabajo” pensaba.
-No te pienso esperar toda la vida, Allison. No podré soportar ver que eres de otro hombre, que otro te bese, que otro te toque, que otro te haga el amor.
Pero su reloj había sido descubierto, tocado y medido. No se limitó, y dejó que tocasen su delicado segundero. Se enamoró, se enamoró tanto que no pudo con ningún otro reloj.
Le parecían huecos, corrientes, mal-hechos, porque en su mente y en su corazón sólo había espacio para Arturo.
Ese beso, esos besos, tu lengua recorriendo mi boca, tus labios erizando mi cuello.
Caricias que quemaron mi cuerpo & detuvieron mi corazón, esas caricias rudas & deliciosas.
-Necesito cambiar este reloj, Duncan. Ya no me funciona, el segundero está más que descompuesto.- se quejó Allie mientras azotaba el reloj sobre el mostrador- Mire, mire ahí- dijo señalando la aguja más delgada del aparato- ¿se da cuenta que de repente se detiene? Ahh, pero no basta ahí. Tiembla y me mueve la hora. -Duncan, que ya estaba acostumbrado a ese tipo de quejas, miraba a la chica quejarse y de vez en cuando sonreía burlón. – mírelo justo ahora, lo está haciendo ¡de nuevo!, siempre lo hace, y ya estoy har…
-¡¡Cariño!!-interrumpió Duncan con su voz ronca- podría escucharte toda la tarde si quisieses, pero me espera una clientela que DE VERDAD SABE CUIDAR SU RELOJ –y enfatizó estas últimas palabras- ándate a acomodar tus pensamientos, es preciso que lo arregles tú misma. No puedo ayudarte, no está en mis manos.
El reloj está bajo llave, y ésta te será difícil de hallar. Es de oro, es de oro y se quiebra fácilmente. No debes tomarla muy suave o se te resbalará. No la aprietes mucho o se quebrará. Pero tampoco la tengas siempre bajo la manga porque puede extrañar el aire libre, o bien derretirse.
Me enamoré, estoy enamorada de sus ojos y de sus labios.
¿Para qué negar que fue sólo un sueño?
Si se terminó en cuanto me levanté del suelo, con las lágrimas en las mejillas & tu brazo sobre mi hombro.
Tocó la puerta de la casa, vieja y de mal aspecto.
-Buenas tardes, Allison. Hace unos meses le vendí un reloj. ¿Me recuerda?
Lo miró extrañada, analizando su arrugada y vieja carita que reflejaba tristeza y cansancio.
-Para serle sincera, no. ¿Qué desea? – contestó ella con hurañía.
-Le vendí un reloj hace no mucho tiempo, ya era bastante viejo, pero se lo dí en oferta.
Ella frunció el ceño, lo escaneó de pies a cabeza y apretó el puño.
-Ah, sí. El reloj en oferta. Pase por favor- dijo y le dio la bienvenida a su casa.
Duncan entró con pasos lentos, pero muy firmes. Jorobado y con la cabeza agachada, caminó unos cuantos metros y se detuvo. Alzó la mirada con sigilo y comentó amablemente.
-Tiene una casa muy extravagante, no todos los habitantes de Western tienen colgados más de doscientos relojes en sus paredes.
-Hágame un favor y dígame a lo que vino.- dijo ella con fuerza y casi con crueldad. Cerró la puerta y se recargó en ella. Duncan se apenó un poco y con sus manos arrugadas sacó un cofre de su maleta.
“¿Tienes idea de lo que hay en este cofre? No, no tienes idea, porque no hay nada”
-¿Reconoce esto?- preguntó el. Allison abrió la boca, y en cuestión de segundos había millones de lágrimas recorriendo sus mejillas.
-No puedo creerlo, no puedo creerlo…- Tomó el cofrecito como si fuese de cristal. Intentó abrirlo, pero no hallaba la llave en el lugar secreto. Miró al viejo con desconfianza y confusión. Sus ojos nadaban en lágrimas.
-De eso quería hablarle, encontré el cofre en mi terraza, pero no tengo idea del paradero de la llave que lo libera. Usted, que es la dueña, debería saberlo.  Tal vez mirándolo y recordando, usted podría…
“Yo no puedo hacer nada, la llave fue desintegrada por el calor de sus berrinches y la fuerza de su egocentrismo. Para él, ya no hay llave
-Creo que Arturo la tiene, la última vez que discutimos, recuerdo que la tomó de broma y me amenazó con romperla. – se quedó callada por unos segundos y reaccionó al instante- pero no, Arturo murió hace unos meses. Es imposible que aún este en su casa. Es simplemente imposible.
“¿Qué más da seguir adelante, contando tontas historias de amor? Ya, Allison. Supéralo. El está en otro mundo, con otro pasado y un futuro mejor. Déjalo ir, que el te soltó hace mucho…”

Y al final  lo que quería probar era que podía mover mundos. Y lo logró

jueves, 7 de julio de 2011

Así son


Poder estar en cualquier lugar del mundo, pero preferir estar con él. Aunque después pierdas noción de lo que hay a un lado.
Poseer el más delicioso vino, pero preferir beber su saliva. Aunque te sepa a pecado y tragues veneno.
Dormir en una cama de rosas, pero preferir descansar sobre su pecho. Aunque termines lamiendo sus pies y acariciando sus imperfecciones.
Tener la luna frente a la ventana, dispuesta y bella, pero preferir ver sus ojos. Aunque se sequen por no parpadear.
Ser víctima de la inmortalidad y de la gloria eterna, pero escoger ser feliz un solo segundo con él.
Sufrir belleza & llorar sangre de admiradores, porque se prefiere ser fea y amar a un solo hombre.
Comprar un dulce, y gozar el sabor de su amargura. Pero preferir amar la envoltura pues fué quien lo mantuvo delicioso.
Como mujer de acero, firme, imposible, y perfecta. Señorita enamorada, berrinchuda y torpe.
Fingir esquizofrenia,  fingir esperanza, fingir felicidad, fingir todo. Porque lo único real es lo que no existe.
¿Reciprocidad, dices? Yo digo compromiso.
Porque soy de las que nunca conoces, soy de las  siempre amas.
Porque no debes entenderme, siquiera intentar, porque no lo lograrás.
Porque mientras menos me entiendas me querrás más.
Porque soy de las que habla cuando cierra el hocico y ríe cuando lo abre.
Porque amar a los platónicos es mi fuerte, porque soy mas fuerte que los platónicos que aman de verdad.
Entró, halló un ramo que olía. Pero, ¿a qué olía? Seguramente no olía a nada, o quien sabe. Lo tomó y con él frotó su rostro, sentíase halagada.  Algo había escrito, y lo ojeó. Pero, ¿qué decía? Talvez no decía nada importante, ella no lo leyó. Pues claro, no sabía leer.
Pregúntate porqué no hay una historia concreta. Pregúntate porqué soy tan buena en esto. Pregúntate porqué no entiendes nada. Pregúntatelo otra vez, otra vez y así sucesivamente. Seguro que aún no encuentras respuesta.
 ¿Te has preguntado porqué repito las frases? Claro, y te lo seguirás preguntando TODA LA VIDA.
Hidaly Jett (24-JUNIO-2011)

miércoles, 15 de junio de 2011

La última barrera




Bailé entre las notas de mi amor, hasta que mis huesos se dislocaron y tuve que caer. Me dejé acariciar por el olor de su desnudez, hasta que me asfixió el gas del vacío. Besé el sonido de mi silencio, hasta que se me desgarró la garganta de tanto gemir.  Lloré la falta de su ausencia, hasta que me vi enterrada entre la multitud de gente sin rostro ni pensamiento. Soñé los destellos borrosos de mi realidad, hasta que abrí los ojos, y  me quedé dormida. Sufrí la ceguera de un vidente, que me desequilibraba con el grito agudo de un corazón sin voz, hasta que me arranqué los ojos y pude ver la sangre podrida que no hallaba salida. Gocé el contorsionismo de un parapléjico, hasta que la parálisis de los sueños absurdos y estúpidos se apoderó de mi tetraplejía y me dejó moribunda.
Me acosté en un hilo de lino, hasta que me comenzó mi rebeldía y me enredé en mi propio lecho.
Hice el amor con el cuerpo más perfecto, con la mente más sabia, y con el amor de mi vida, hasta que terminé lamiendo los besos y acariciando las caricias.
Como mujer maiko, que aprende la perfección de los errores y la agonía del triunfo.
Que es esclava de su prisión y rea de su infierno, que duerme al dragón dormido y le grita al oído a la princesa aburrida.
Busqué redención bajo las alas de Lucifer, hasta que le arranqué una pluma  y me abrí las venas. Vendí mis habilidades, repartiendo sonrisas y ganando placer, hasta que las mentes ignorantes empezaron a arrojarme rosas de recelo. Me pinté de rojo, presionando el bilé contra mis labios hasta hacerlos llorar. Cuando noté que la sangre ya iba por mi ombligo, supe que mi meta había sido cumplida. Como una geisha que nunca regresará a su okiya, como un ángel que nunca le servirá a Dios. Sólo una esencia que vive para sí. Perdón por manchar el mantel.

Hidaly Jett [31’03’2011]

lunes, 4 de octubre de 2010

Otra de amor..

Es cierto. ¿Qué sería del mundo si no existiera el amor? No habría canciones románticas para dedicar o escuchar cuando se está enamorado, ni peluches enormes y esponjosos que hacen que las mujeres se derritan cuando los ven en los brazos de su pareja junto con un ramo de rosas. No existirían los colores ni los arco iris, los parques estarían vacíos y los helados se derretirían al darse cuenta que nadie los comerá. No existirían las fotografías que guardan los momentos hermosos que se quieren recordar para siempre. Las mamás nunca nos darían consejos, ni nos abrazarían de noche para no tener miedo, ni nos dejarían la luz encendida para poder dormir tranquilos.
No existiría el catorce de febrero, oportunidad para demostrarle al mundo el amor que sientes. No habrían estrellas en el cielo ni frío en las noches. No habrían cenas hermosas y velas con aroma a fresa.  La música no sería alegre ni relajante, o peor aún, no existiría la música. No existirían los algodones de dulce ni las paletas de caramelo, ni chocolates con relleno de cereza.
Las nubes no serían blancas, y la luna no sería hermosa. La abuela no haría leche caliente cuando hace frío ni nos contaría cuentos sobre cómo fue su juventud.
El cuerpo humano no tendría otro uso mas que mantener estable a equis persona. Los labios solo servirían para hablar, cosas sin sentido. No existirían los besos, ni las miradas, ni los abrazos, las sonrisas, pero lo peor es que no existirías tú.
No tendría la dicha de saborear tus besos todas las noches cuando estamos enredados entre las sábanas de mi cama. No podría sentir el placer de tus caricias recorriendo mi cuerpo entero, inspirados por el fuego y la pasión que llevamos dentro durante tanto tiempo.
No sentiría tu aroma fresco y abrumador cada vez que me abrazas con fuerza. No podría escuchar tu dulce y tierna voz susurrándome al oído lo mucho que me amas. No podría perderme en tus ojos negros y brillantes cuando los clavas en los míos, sumergiéndome en su profundidad tan deseable. No resistiría pasar un segundo sin tu hermosa sonrisa, que expresa tanta felicidad. Y ¿qué sería del mundo si no existiéramos tú y yo, amándonos hasta en los más fugaces sueños? No existirían los aniversarios, ni las citas en casa de la novia. No existirían los momentos de caricias y besos apasionados dentro del salón de clases después de que todos salieron. Los besos serían cortos y aburridos. El amor es algo que no se ve ni se toca, solo se siente. El amor es como el caramelo que todos quieren pero pocos pueden comprar. Tú y yo nos amamos. Tú y yo somos amor. Somos el ave que vuela libremente sin rumbo alguno. Somos la nube que todos admiran con ganas de alcanzarla y disfrutar de su suavidad. Somos el misterio que nadie ha podido resolver. Somos nosotros, amor mío. Somos dos simples personas que aman con locura el amor, somos dos niños pequeños de están enamorados de la pasión que sentimos el uno por el otro. Somos perfectos y cometemos errores al mismo tiempo. Somos uno solo. Somos amor puro e infinito.